jueves, 29 de noviembre de 2012

MATERNIDAD 5: La lactancia

La lactancia materna es un proceso biológico tremendamente complejo, el punto en el que culmina la concepción pues es la forma natural de continuar haciendo crecer al bebé.
Se puede hablar de complejidad puesto que es un proceso biológico en el que no sólo influye el organismo de la madre, sino también el del hijo. Es la estimulación física del hijo al mamar la que hace que el pecho produzca la leche, previo paso por el cerebro de la madre y previa creación de las hormonas necesarias en el cuerpo de ella. Una ruptura en este ciclo podría hacer peligrar la lactancia materna.
Además de ésto, está el hecho de que puede haber malformaciones en el bebé que dificulten o impidan que el niño pueda mamar, de que el pecho de la madre pueda tener una forma determinada que dificulte que ese niño pueda mamar o de que se dé lo que se denomina hipogalactia. Sin embargo, este último caso es realmente poco frecuente, pero aún así muchas afirmábamos antes de ponernos a dar el pecho lo de “lo daré si puedo”, porque de algún modo estamos convencidas de que lo más seguro es que no nos suba la leche, produzcamos leche mala o se nos retire demasiado pronto. Y, de nuevo, la hipogalactia o falta de leche es muy poco frecuente.
Sin embargo, como comentaba en una entrada anterior, estamos ya muy limitados en lo que a instinto se refiere. De hecho, tiene mucho más instinto, a mi parecer, el bebé recién llegado a este mundo que sabe cómo mamar que la madre que quiere darle el pecho.
La generación anterior a la nuestra, en muchos casos, decidió no dar el pecho ante las maravillas de la leche artificial y la facilidad de optar por este método (cabe mencionar que ahora mismo está prohibido anunciar la leche artificial, hasta ese punto se había inclinado la balanza hacia ese lado). Así que dar el pecho dejó de ser la norma y se convirtió en la excepción. Muchas mujeres se ocultaban al dar el pecho en habitaciones apartadas del “público” o utilizaban pañuelos y otros artilugios incómodos para que nadie pudiera ver lo que hacían.
Pues bien, dar el pecho no es algo sucio ni vergonzoso. Dar el pecho es algo natural. No digo que haya que ir exhibiendo el pecho igual que no comemos con la boca abierta, pero deberíamos sentirnos libres de dar el pecho en público igual que comemos en público, cosa que no es, ni más ni menos, que parte de nuestra naturaleza.
¿No formamos parte acaso de la familia de los mamíferos?
Pero contamos con poca información o, lo que es peor, contamos con mala información. Incluso hay profesionales del sistema médico que siguen sin saber asesorar sobre la lactancia materna. Yo no soy, en absoluto, una experta (tan sólo llevo dos meses en esto), pero sí que he intentado informarme todo lo posible. La experiencia de mis familiares es las de las maravillas del biberón y, en este caso, el curso se quedó un poco corto. Después, si bien en el hospital la atención fue fabulosa (en especial la de una de las jefas de enfermeras, Susana) y las enfermeras constataban en cada momento que la niña se hubiese colocado bien y me explicaban lo que significaba dar el pecho “a demanda” (cuando el bebé quiera y durante el tiempo que quiera, sin negárselo y sin obligarle, ofreciéndoselo siempre para que él decida si es el momento de comer), en el sistema hay un seguimiento bastante parco de la lactancia materna. Sí que te preguntan, el pediatra y la matrona, si es el sistema que has elegido y constatan que tienes leche, pero poco más. O quizá es que, como yo no he tenido ningún tipo de problema (ni de enganche, ni de dolor, ni de infecciones...), no han profundizado más.
Aún así, es bueno saber que contamos con otras herramientas más que la experiencia de nuestros familiares o la atención médica posparto. Por otro lado, no hay que olvidar a aquellas amigas que hayan elegido la lactancia materna y que estén felices con esa opción, porque seguro que nos darán ánimo para seguir con nuestra idea mientras que otras personas nos dirán día tras día: “¿no sería más fácil con un biberón?”, “¿pero qué necesidad tienes?”, “¿otra vez al pecho?”
En mi caso, me aconsejaron el libro “Un regalo para toda la vida”, del Dr. Carlos González, e incluso me lo regalaron. Se trata de una guía que nos explica cómo dar el pecho y cómo esta experiencia “interfiere” en el resto de aspectos de nuestra vida. Y entrecomillo “interfiere” porque realmente no interfiere, pero sí es cierto que habrá que hablar de medicamentos y lactancia, salud y lactancia, otros embarazos y lactancia, trabajo y lactancia... Lo aconsejo encarecidamente, ya que es un primer acercamiento a la lactancia materna y resuelve gran parte de las dudas. Además, en mi caso, me ha dado argumentos para explicar por qué hago lo que hago, cuando simplemente es... ¡lo natural! Sería incluso más aconsejable leerlo antes de dar a luz.
Otras herramientas útiles son los grupos de ayuda y las asesoras de lactancia.
Estas personas están haciendo una magnífica labor para que la lactancia materna vuelva al lugar donde debería estar, para que vuelva a ser la norma y no la excepción.
No puedo hablar de lo que hay que hacer cuando se tiene un problema dando el pecho o de lo que hay que hacer cuando se cree que se tiene un problema (muchas veces los problemas nos los mete la gente de nuestro alrededor en la cabeza... y realmente no pasa nada), pero sí puedo decir que, si bien al principio una se siente rara amamantando porque es algo que no ha hecho nunca y, en muchos casos, no se imaginaba haciéndolo en el futuro, es tremendamente gratificante.
Cuando lo haces, sabes que sigues ayudando a crecer a tu bebé fuera de tu barriguita. Es la continuación de lo que has hecho durante nueve meses y ahora, de verdad, ves cómo crece, comprobando en cada revisión que pesa y mide un poquito más. Y ves también cómo ese bebé te necesita, cómo se aferra a ti con sus bracitos y cómo confía que, en los tuyos, está seguro. Nunca lo vas a dejar caer.
Me considero aún muy nueva en esta etapa de la maternidad, pero creo que no me va mal.
Lamentablemente, nuestra sociedad no está diseñada para facilitar la crianza de los hijos. Las limitaciones a la hora de pedir excedencias, reducciones horarias y, ahora, la nueva ley que avala lo que para mí es un “mobbing legal” (cambiar horarios y reducir salarios cuando se quiera o si no “te despido”) nos hacen la vida imposible. Podría escribir un “MATERNIDAD 6: la vuelta al trabajo”, pero aún no estoy en ese punto. Lo experimentaré dentro de unos meses y va a ser realmente duro. No sólo porque no tengamos, al menos uno de los padres, la oportunidad de compartir con la bebé todos sus momentos especiales y una etapa de su vida en la que necesita que se le exprese el afecto de una forma muy concreta y cercana. Tan cercana que se trata de abrazar, coger en brazos y achuchar, más que de apoyar, escuchar y comprender, para lo que, cuando haya crecido, estará preparada para que lo hagamos “en el horario no laborable”. Pero no hay hora para los abrazos, no se pueden posponer las necesidades de atención para satisfacerlas “en el horario no laborable”. Ni hay horario para tener hambre, de ahí la dificultad añadida de optar por la lactancia materna cuando se trabaja. Pero con el asesoramiento necesario, no hay nada imposible.

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