miércoles, 21 de noviembre de 2012

MATERNIDAD 3: La preparación al parto y la atención médica

Soy una verdadera defensora de la sanidad pública. Además, estando las cosas como están, creo que hay que defenderla con uñas y dientes porque la necesitamos y, al mismo tiempo, porque nos necesitan (hospitales, médicos, enfermeros...).
Todo el seguimiento de mi embarazo ha sido por la seguridad social y no ha podido ser mejor. Me encantaría saber nombre y apellidos de todas las personas que nos han atendido, pero es imposible. Recuerdo muchos nombres, pero nada más. Eso sí, nombraré a todas esas personas aquí para que no se me olviden más nombres a medida que pasa el tiempo.
En primer lugar, quiero agradecer a mi médico de cabecera, Ana Victoria, que ha sido tan amable con nosotros desde que empezó a trabajar en nuestro centro de salud. No he visto nunca una médico tan agradable ni tan sonriente, es un gusto ir a verla (por mucho que estés con una fiebre altísima...). Nos asesoró muy bien sobre las medidas que debíamos tomar para que yo quedase embarazada y, después, tras felicitarnos cuando le dimos la noticia, sobre lo que podía comer y lo que no, lo que podía hacer y lo que no (esfuerzos, deporte...), etc.
En el hospital, todos los obstetras, enfermeros y matronas nos han atendido estupendamente. Jamás, en todas las visitas, se ha repetido un obstetra. Así que me habrán visto, entre visitas ordinarias y urgencias, unos diez. No tengo queja de ninguno de ellos. Es cierto que no se explayan en las consultas (por suerte, obstetricia es uno de los servicios que he visto menos masificados en nuestro hospital, pero no dejamos de contar con un tiempo limitado), pero siempre que he tenido dudas me las han resuelto y nunca ha habido una mala cara. Mención aparte merece el personal que nos atendió durante el parto y el posparto, de quienes hablaré después.
En este punto, quería dar mi mayor agradecimiento a Rosa, la matrona de nuestro centro de salud y quien impartió el curso de preparación al parto.
He recibido muchas preguntas irónicas y afirmaciones con una sonrisilla oculta en la comisura de los labios por parte de muchos padres y madres de la generación anterior a la mía (de quienes podrían, en fin, ser mis padres). Personas que creen que la preparación al parto es una tontería y que allí estábamos perdiendo el tiempo en una colchoneta “como en las películas”. Creo que este tipo de afirmaciones se deben, como casi siempre, a la falta de información, y a creer que los niños se paren solos como los del ganado (creo que la mayoría han sido hombres, que quizá no se han planteado el miedo al dolor que podemos tener las mujeres embarazadas)... Pero también he oído este tipo de cosas de gente de mi edad, sobre todo cuando les he comentado sobre la parte emocional del curso (¿cómo nos educaron nuestros padres? ¿queremos educar igual a nuestro hijo? ¿qué opina nuestra pareja? ¿qué miedo tenemos a la hora de recibir a nuestro bebé?), e incluso he tenido que aguantar risotadas (sobre todo de chicas, no sé si porque creen que una vez evitado el dolor del parto, el resto es coser y cantar).
Rosa es una persona abierta, con desparpajo, muy clara en sus afirmaciones y, sobre todo, con una vasta experiencia. Ha atendido partos durante veinte años.
De algún modo, vernos las diez chicas del curso sentadas en las colchonetas, escuchando sus explicaciones, me recordaba a las jóvenes de la tribu escuchando a sus mayores. Y en cierta manera esto es lo que hacíamos. Ya que el instinto nos ha sido prácticamente anulado (debido a la evolución y también a nuestra obcecación por la asepsia) y ya que hemos construido una serie de tabúes a la hora de hablar sobre determinados temas (¿cuántas veces he oído lo de “ha ido al... médico... por lo de... ahí abajo...”?), creo que estos cursos son especialmente útiles.
Por un lado, se plantea la cuestión básica que todos conocemos de estos cursos: ¿cómo transcurrirá el parto y cómo evitar el dolor?
En nuestro curso es de agradecer que salí de allí pensando que tenía en mi poder toda la información. Por un lado, esto te hace tener algo de control sobre la situación (algo, ya que el parto vendrá como y cuando venga) y, al mismo tiempo, disipas la mayor parte del miedo con el que empiezas el curso. Respecto al dolor, sabes que es lógico y necesario y, al mismo tiempo, sabes que cuentas con algunas herramientas para disminuirlo o evitarlo y que tú tienes la libertad de elegirlas.
Rosa se esforzó en describir los partos para primíparas (todas las del curso) y para multíparas, desde el más sencillo (rápido e indoloro) hasta el más complicado, pasando por niveles de complicación leves (una vuelta de cordón) a graves (bebés de nalgas, cesáreas, etc.). Así, sabías a qué te podías enfrentar: no sabías cómo iba a ser el tuyo, pero sabías todas las situaciones posibles y cómo deberías actuar en unos casos u otros y también cómo actuaría el personal médico.
Respecto a evitar el dolor, a veces es posible y a veces no. Existen técnicas de relajación, distintos tipos de respiración... Y está la anestesia epidural, esa que tiene tantas defensoras como enemigas. Como toda anestesia, tiene sus riesgos y, salvo contraindicación médica, podremos ponérnosla si así lo queremos. Igualmente, tampoco será obligatorio que se la ponga nadie... Y aquí hay un tema escabroso, pues con muchas amigas se puede llegar a discusiones. Están las que creen que la epidural es de cobardes, las que creen que es una medicalización adicional e innecesaria del parto, las que creen que los avances científicos están para utilizarlos y las que no quieren sentir dolor, sin más. Yo soy de las dos últimas afirmaciones, pero respeto a quienes creen que la epidural no es necesaria y que se puede parir y resistir el dolor (al fin y al cabo, estamos diseñadas para ello). Pero creo que no se puede hablar de cobardía por no querer sentir dolor... Y que igual que yo no ofendo a quienes no quieren anestesia, no deberían ofenderme a mí. Por suerte esto no lo he oído, pero sí tengo amigas que han sufrido estas opiniones y que incluso han llegado a sentirse mal por querer recurrir a la anestesia.
Como decía, la epidural tiene sus riesgos y sus desventajas y no tiene eficacia asegurada. Pero es absolutamente opcional y cada una tiene que juzgar si son más los pros o los contras.
Otro punto importante de la parte informativa del curso fue la lactancia. Para mí, se trata de la parte más compleja de toda la maternidad. En un principio, es algo que sólo intuí al leer la guía “Los consejos de tu matrona”; pero después, durante el curso, lo constataría. Hablaré sobre mi experiencia con la lactancia en otra entrada.
También hubo información sobre reproducción, sobre métodos anticonceptivos (“¿para qué?”, se preguntarán algunos; pues porque otro embarazo antes de recuperarse del primero no es recomendable), sobre temas laborales (bajas, mobbing...), sobre papeleo...
Por supuesto, también hicimos la parte de “las películas”: ejercicios sobre las colchonetas. Pero es muy importante mantenerse en forma durante el embarazo. Hay una serie de músculos que sufren mucho (los del abdomen, los de la espalda, las articulaciones) y, al mismo tiempo, hay que fortalecer más aquellos que intervendrán en el parto (especialmente, los del suelo pélvico). Quien crea que con caminar un rato es suficiente... se queda corto.

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