miércoles, 27 de diciembre de 2017

Netflix: ficción española

Durante mi baja de maternidad y posterior excedencia, con una niña altamente dependiente que demandaba mucho el pecho y sólo se dormía durante el día si lo hacía en brazos, me quedaban pocas opciones que no fuesen ver la televisión (de hecho, el ruido de las hojas de la revista hacía que se despertase, así que ni leer...). Por ello, me di una buena "pechada" de ver tele y series, muchas series. Y es lo bueno que tiene la televisión a la carta.

En esta entrada comentaré dos series españolas que he visto en Netflix. Una con mucho agrado y otra... no tan de mi gusto.

Isabel

La emisión de "Isabel" en TVE fue todo un acontecimiento. Seguida por jóvenes y mayores, el público esperaba cada capítulo con ansia y más aún determinados acontecimientos, como la conquista y la rendición de Granada. Pocas veces he visto en Facebook tantos comentarios serios y de una admiración sobre una serie y, más, siendo española (en mi comentario sobre "Las chicas del cable" veremos por qué).
No la vi cuando fue emitida porque, a pesar de que en TVE apenas hay pausas publicitarias, lo cierto es que en España la emisión de series y películas empieza muy tarde. Luego se pregunta uno por qué tenemos estos horarios laborales y estas costumbres de comida y hábitos malsanos de sueño (aunque esa es otra cuestión).
Cuando la vi disponible en Netflix y me vi a mí misma con el tiempo suficiente de empezar a ver una serie como esta (con capítulos largos, muchas temporadas y temática densa, que en más se una ocasión me llevó a dejar el episodio en pausa y a indagar un poco más en internet sobre la historia), la única pega que le veía era la actriz protagonista: Michelle Jenner.
La conocía de su papel de lolita en "Los hombres de Paco" y, si bien no hacía un mal papel, no me cuadraba esa actriz en ese papel. Además, "Isabel" recoge toda la historia de la Católica desde su adolescencia hasta su muerte y la cara aniñada y angelical de Jenner no me parecía acorde con un personaje como la reina Isabel. No sólo eso: me parecía imposible que pudiese encajar con una mujer madura y después anciana.
Pero la verdad es que la interpretación es fabulosa. Su voz sigue siendo un tanto dulce para la imagen que yo he tenido siempre en la cabeza de Isabel la Católica, pero al trabajo de Jenner no le falta fuerza. Creo que registra todas las facetas de Isabel, como niña, madre, esposa, enamorada, celosa, amante, intrigante, gobernadora, religiosa y enferma. Como cualquier otra persona, Isabel es poliédrica: tiene mil caras. Pero en televisión los personajes suelen ser algo más planos porque se da más importancia a la narración que al personaje.
Ese es uno de los puntos fuertes de los la serie: aunque narra la historia de España, narra ante todo la vida de una persona.
Da cierta pena que algunos de los personajes queden un poco "cojos", como Torquemada o Cristóbal Colón. Pero también es cierto que podrían ser el eje de nuevas series.
Sin embargo, también hay que decir que en  ocasiones se paran para contarnos la historia de personajes menos relevantes, en ocasiones parte de leyendas populares, que retratan a la perfección y sirven también para aligerar un poco la trama principal. Por ejemplo, la bella Susona o Isabel de Solís.
Por otro lado, el retrato que se hace de Fernando de Aragón, Felipe el Hermoso, Juana de Portugal, Enrique IV o Juana hija de Isabel es loable.
En su día vi en el cine la película de "Juana la loca" (la realmente llamada "loca") y para mí el personaje de Juana también me resulta muy querido. No sólo por cómo la utilizaron su marido, su padre y su hijo, como si se tratase de un alfil en una partida de ajedrez, sino porque debió de ser una persona de fuerte carácter y firmes convicciones. Si eso queda patente en la película, cabe mencionar cómo en la serie se muestra que sus circunstancias la marcan y hacen fuerza en ese carácter, que se doblega, que se subleva... que al final le hace obrar como una loca. Y, llamemos a las circunstancias por su nombre, porque lo tienen: Felipe. Porque es el amor ciego que siente por su marido y la manipulación de éste los que la hacen caer.
Ni qué decir tiene que la ambientación es fantástica. Los escenarios, la fotografía, el vestuario y el maquillaje son magníficos.
En este sentido, me quedo con dos ejemplos:
- La entrada de los Reyes Católicos, por primera vez, en la Alhambra. Un plano desde arriba, los dos subidos en sus monturas, observando callados y embelesados la majestuosidad de los palacios nazaríes. Transmiten a través de la pantalla lo que uno siente cuando entra por primera vez en un sitio que asombra de esa manera. Y, más aún, si nos paramos a pensar en la poca capacidad para viajar que tenía la gente en aquella época y lo que debía de suponer para ellos semejante choque cultural. 
- El deterioro de Isabel con el paso de los años. En las primeras temporadas, se nos muestra a Isabel en un entorno agradable. Vive con su familia y nada enturbia su felicidad. A su alrededor se encargan de que los paisajes sean frescos y luminosos, con grabaciones al aire libre; el pelo de Isabel siempre suelto y en lustrosos tirabuzones perfectos, el azul de sus ojos perfectamente resaltado. Pero según avanza la serie el cabello pierde lustre y el brillo de sus ojos ya no es tal. Después de tapa su cabello con la toca que Isabel llevaba y sus atuendos pasaron a ser más recios y pesados, lo que hace que el cuerpo de Jenner no se vea tan delgado y juvenil. La vida adulta de la Católica no fue fácil: envuelta en intrigas, guerras, en plena revolución social y religiosa, con numerosos y difíciles partos... Todo ello hizo mella en su físico y así se ha retratado en la serie. Un trabajo de caracterización digno de elogio. 


Las chicas del cable

Esta serie fue muy esperada también. Anunciada a bombo y platillo en todos los medios, fue el primer encargo de Netflix a una productora española.

No sé si están satisfechos con el resultado ni si han obtenido el éxito que esperaban, pero para mí esta serie adolece de lo que (y he visto muchas y me han gustado otras tantas) muchas series españolas.
En primer lugar, las voces. Ocurre un poco también con Isabel, pero pasa relativamente desapercibido. Y es que en muchas series parece que en lugar de televisión estamos viendo teatro, como si se leyese en alto un libreto o si se estuviese declamando. Esto resta veracidad a la historia, pues de algún modo despista al espectador y le impide meterse en la historia.
Pero en mi opinión lo peor son los personajes planos y las historias tan predecibles que nos cuenta.
Teniendo una base más que interesante para hacer una serie entretenida y muy seria con la llegada de las centralitas telefónicas a España o presentarnos los inicios del trabajo femenino, al final la serie cae en la historia de amor fácil.
El abandono, el reencuentro, la infidelidad, el marido maltratado... Si al menos se tratase en profundidad y mostrando lo complejo de las relaciones humanas, podrá seguir siendo un telón de fondo interesante para el resto de temáticas.
Por ejemplo, pocas veces se ha tratado en la ficción televisiva española el tema de la homosexualidad (tenemos a Fidel o a Mauri, pero no se ha hecho un tratamiento tan explícito ni se ha profundizado en él en cuanto a lo que sienten los personajes más allá de lo que simplemente son). Y aquí, en Sara (Ana Polvorosa), se trata de una forma muy seria y emotiva. Tanto la homosexualidad como la sugerida transexualidad.
Pero mientras en un lado de la balanza tienes la relación triangular entre Sara, Carlota (interpretada por Ana Fernández) y Miguel (interpretado por Borja Luna), te presentan la de la pueblerina que se enamora del buenazo del contable. Ambos personajes muy manidos y con una historia que se presenta de forma jocosa y hacen que todo lo que ocurre a su alrededor pierda el dramatismo que merece y que su esfuerzo ha costado construir.
En fin, que podría resultar entretenida pero poco más. 
La ambientación también es excelente y la interpretación de Ana Polvorosa simplemente espectacular. Es, junto con el personaje de Ana Fernández, el único que resulta creíble. Y no porque sobresalga por encima de el resto (que obviamente sobresale), sino porque se trata de un trabajo redondo.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Retrospectiva sobre el fotógrafo Nicholas Nixon

Se expone en la Fundación Mapfre una colección de fotografías del americano Nicholas Nixon. Todavía se puede uno acercar, está abierta hasta el 7 de enero.

Yo fui hace un par de meses y quedé impresionada. Las fotografías son de una calidad increíble. Ahora comprende una que se le hayan dedicado tantos artículos a este fotógrafo, sobre todo ahora que, con cierta edad, su carrera está más que asentada y su trayectoria y diferentes etapas se pueden estudiar a fondo.


En la exposición podemos ver sus inicios fotografiando distintas ciudades estadounidenses donde vivió. En unas, el encuadre es limpio, el paisaje está vacío de personas y de vida, parece casi abandonado (permítaseme presumir un poco y decir que hace tiempo me acerqué a la feria, de buena mañana, cuando los feriantes están trabajando y las atracciones a medio montar: los resultados pueden ser magníficos). En otras, el encuadre no es tan clásico y los edificios son cortados por el marco, resultando bellos y al mismo tiempo transmitiendo una fuerza tremenda y también la masificación de la gran ciudad. No en vano, el objetivo de las primeras a menudo es Albuquerque y de las segundas Boston o Nueva York.


Más adelante nos encontramos con las series sobre personas, muy emotivas y que le pueden llegar a tocar a uno el alma.


Las familiares, con su hijo y su hija o, curiosamente, con tan solo la cortina de su salón al viento, de nuevo con un encuadre poco habitual. Hay también fotos con su mujer, autorretratos en los que sólo se atisba la nariz o el pelo del pecho del autor. Y, por último, una serie muy interesante que realiza tomando, año tras año, una foto a su mujer y a sus tres hermanas. Muchos de nosotros ya teníamos estas fotografías en la mente incluso antes de conocer el nombre de Nixon.


Y es que el paso del tiempo también es un tema recurrente en su trabajo.


Así, dejo para el final lo que más me impresionó de su obra. Porque Nicholas Nixon es un fotógrafo pero también una persona muy humana. Pasó mucho tiempo acompañando a enfermos de VIH en los 80, cuando el diagnóstico de la enfermedad era prácticamente una sentencia con un pronóstico terrible al que se sumaban también el rechazo y la marginalidad. Así, tomó fotografías muy íntimas de pacientes de los que muestra una evolución terrible en apenas unos años. También pasó bastante tiempo en residencias de ancianos, dando su cariño y compañía y, también, fotografiando los estragos que sufre el cuerpo humano con la edad.
Me quedo con el desnudo de una anciana con su cara arrugada, los ojos cerrados y la cabeza hacia arriba; el pecho caído y el vientre abultado. Porque uno podría quedarse con esta imagen plana de la vejez, pero Nixon fotografía algo más: la pose, valiente y casi altiva, de una mujer que se desnuda y se muestra en toda su sabiduría, con la certeza del cambio que los jóvenes se obstinan en negar.