martes, 6 de diciembre de 2011

2200 km en Francia

En septiembre estuvimos en Francia, visitando la zona del País Vasco francés y el departamento de Charente Maritime (situado en la región de Poitou-Charentes). Un viaje inolvidable, precedido de muchos consejos.
A continuación describo nuestro itinerario, indicando no sólo la fecha sino también el día de la semana (por si pudiese influir en los horarios de apertura y cierre de los lugares visitados). También indico las distancias recorridas en kilómetros.

Madrid 27/08/2011 (SÁB) -- Bilbao (400 km)
Bilbao 28/08/2011 (DOM)

Los días 27 y 28 los pasamos con unos familiares en Bilbao. Realmente, considero que lo que conocemos de Bilbao, lo que comemos, por donde salimos… Merece la pena contarlo en otro momento.

Bilbao 29/08/2011 (LUN) -- Saint Jean de Luz (130 km)
Visita de Bayonne, Biarritz y Saint Jean de Luz

Saliendo temprano de Bilbao, es fácil dar un vistazo al País Vasco francés en un sólo día.
De esta manera, dividimos la distancia que nos separaba de Burdeos en dos trayectos distintos, haciéndolo menos pesado, y dormimos sólo una noche en esta zona, que es carísima en lo que a alojamiento se refiere.
Por ello (y así lo haríamos durante todo el recorrido), elegimos un Ibis, cadena de 2*, barata y cómoda, accesible con el coche. En resumen, muy recomendable, sobre todo en un país donde es tan caro dormir.
Pasando de largo por Saint Jean de Luz, nos acercamos hasta Bayona y después hasta Biarritz.
Bayona me pareció un lugar muy bonito (quizá el que más me gustó de los tres), oscuro, eso sí, de temperatura fría, y con un aspecto totalmente vasco. De hecho, todos los recuerdos de las tiendas se centraban en el mismo tema. Aquí comimos quiche para llevar y probé, ¡por fin!, los archiconocidos macarons. Volví a tomarlos durante el viaje, pero no como los de Bayona. Especialmente, el de de rosas, que sabía tan suave como los pétalos de la flor.
Biarritz, en cambio, no me gustó tanto. Quizá porque San Sebastián es una de mis ciudades preferidas y veo a Biarritz como su homóloga francesa. Tampoco pudimos dedicarle mucho tiempo, con todo lo que nos entretuvimos en Bayona, pero sí es verdad que se trata de un buen sitio donde tomar un baño (como hacían los primeros ricos turistas) y en el que se puede visitar un acuario.
Ya había anochecido cuando llegamos a Saint Jean de Luz, así que dejamos las maletas en el hotel (Hotel Ibis Ciboure St Jean De Luz) y nos dimos un paseíto nocturno por el pueblo. Al día siguiente ya podríamos tener la vista diurna, tanto de Saint Jean de Luz como de Ciboure, pueblecito limítrofe también con un encanto muy especial.
Saint Jean de Luz 30/08/2011 (MAR) -- Bordeaux (260 km)
Visita de Ciboure, Saint Jean de Luz y la Dune du Pilat

Después de nuestro paseo por Ciboure y Saint Jean de Luz (las mejores vistas del segundo son, sin duda, desde un solarcito detrás de la iglesia del primero), salimos hacia Burdeos. La autopista, la primera con tramos limitados a 130 km / h, puede ser muy monótona pero, por recomendación de un compañero, hicimos bien en dejarla para buscar la Dune du Pilat. No sabría decir a ciencia cierta en qué kilómetro nos desviamos, ya que nuestro mapa era como un DIN A2 en el que media Francia cabía en una cara y la otra media en la otra…Así que muchas veces nos guiaba el azar en nuestro camino. Aún así, creo que las poblaciones de Mimizan y Biscarrosse, muy cerca de la duna, podrían estar indicadas en la autopista.
Efectivamente, en Biscarrosse nos bañamos. Bueno, realmente, yo en Biscarrosse me quedé en bikini, pero fui incapaz de meter algo más que el dedo gordo del pie en el Atlántico…
Después seguimos la carretera paralela a la costa, buscando la duna, pero rodeados por un profundo bosque que apenas nos dejaba ver el cielo. A cada momento, con el mapa en la mano, le decía al piloto: “mira a todos lados, la duna puede aparecer en cualquier momento”. Pero no aparecía… Si era realmente tan monstruosa, ¿cómo podía esconderse? Es más, si el bosque era tan espeso, ¿¿cómo podía ser que hubiese allí una duna gigante?? Y, de repente, le dije: “mira a la izquierda, ¿de qué color es el cielo?”. El cielo se había vuelto color arena en los huecos que dejaban las ramas de los árboles.
Aparcamos en el camping de la duna, el más cercano, aprisa y corriendo. Allí detrás estaba pero, ¿cómo acceder? Desde el camping es imposible, ya que el acceso es únicamente para clientes. Pero a tan sólo unos kilómetros se encontraba la entrada.
Me parece que merece mucho la pena visitar la duna. Además de por su inmensidad, porque desde lo alto se puede observar todo el bosque circundante, que no deja ver carreteras, ni campings… Y, al otro lado, el mar, como una montaña de arena surgida de la nada que alimenta la playa. Y, después de subir, bajar casi rodando por la ladera.
Terminaríamos, también de noche, en Burdeos, después de coger yo diría el último atasco que encontramos durante nuestro viaje.
En Burdeos, de nuevo, optamos por la misma cadena de hoteles (Hotel Ibis Bordeaux Centre Bastide). En el barrio de la Bastide no hay mucha vida, pero en sólo quince minutos estás en el centro de la ciudad y puedes aparcar de forma gratuita. Y, para los más perezosos, también se puede coger el tranvía.

Bordeaux 31/08/2011 (MIÉ)
Visita de Bordeaux

En un primer lugar, no creí que esta ciudad me fuese a impactar del modo que lo hizo. ¿Quizá porque todo el mundo habla siempre de París? ¿O porque mucha gente habla de Burdeos como una ciudad vieja y sucia? Sin embargo, no lo es en absoluto.
Me pareció una ciudad muy luminosa, de color amarillo, con edificios majestuosos pero macizos, y con una construcción más bien horizontal. Además, es patrimonio mundial de la UNESCO, así que eso tiene que decirnos algo.
Además, una de las mejores comidas del viaje la tomamos en esta ciudad. El lugar era sencillo, más bien tipo cafetería, pero nos atendieron muy bien y se esforzaron mucho por atender mis peticiones en un francés que tenía prácticamente olvidado. Al pasear por la noche descubriríamos una calle, en cuesta, más allá de los edificios del ayuntamiento, plagada de restaurantes internacionales (italianos, griegos, indios…) y donde nos habría gustado cenar, pero habíamos comido demasiado.
Destacaría la flecha gótica en el barrio de Saint Michel (sí, quizá este barrio sí estaba un poco descuidado), la tortuga con las uvas en la Place de la Victoire (¡muy divertido para hacerse fotos!), la espectacular fuente en la plaza del parlamento y, por supuesto, la imagen nocturna de la explanada de agua frente y el puente que une la ciudad con el barrio de la Bastide (Pont du Pierre).
Bordeaux 01/09/2011 (JUE) -- La Rochelle I (230 km)
Visita de Île d’Oléron

De camino a La Rochelle, nos acercamos a la isla de Oléron. Realmente, dentro de esta isla, sólo visitamos la localidad de Le Château d’Oléron, pero lo disfrutamos mucho.
La isla es conocida por las ostras que, como no me gustan, no probé, pero me sé de uno que se puso hasta arriba… Así que tenían que estar realmente buenas. Aquí probé el postre que vi durante todo el viaje: la île flottante, ¡delicioso!
En este pueblecito compramos muchos regalos para la familia y para nosotros mismos, aunque no eran típicamente franceses… Unos animales antropomorfos luchadores, un pequeño QP, un colgante de un canario en un columpio… Habría comprado mucho más en una pequeña tienda con mucho encanto, dedicada sobre todo a la pesca y los pájaros, toda blanca y azul. Era una de esas tiendas de decoración completamente abarrotadas, pero todo lo que había en el interior (garzas, ángeles, cuadros de pétit point…) era tan dulce y tan suave que no daba impresión de agobio.
Después de la comida vimos las casitas de pescadores (¿ostricultores?), cada una de un color, hechas con tablones de madera. Y también fuimos a ver los restos de la ciudadela, en la que se puede leer el testimonio de un adolescente testigo de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En el interior, en la actualidad se presentan exposiciones de diversa índole; cuando estuvimos allí pudimos ver una exposición de pintura.
Antes de finalizar el día, iríamos a Boyardville, pues habíamos visto muchas postales de Fort Boyard y nos apetecía conocerlo. Sin embargo, el fuerte no se puede visitar y sólo se utiliza hoy día para programas televisivos. El barco con el que dimos el paseo nos acercó al fuerte y el patrón nos fue explicando sobre la isla de Oléron, la isla de Aix y el propio fuerte. Sorprende bastante la idea de la construcción de un fuerte en medio del mar y el tiempo e inversión que supuso construir algo así en la época. No sabría si recomendar, aún así, este paseo en barco; el precio es alto y las explicaciones son sólo en francés.
Y, una vez más, vuelta a nuestro cochecito y en ruta hasta nuestro siguiente destino: La Rochelle.
Aquí nos alojaríamos en una cadena distinta, Kyriad, de la que nunca había oído hablar y, aunque menos estandarizada que Ibis, resultó ser también una buena opción (Hotel Kyriad La Rochelle Centre).
La Rochelle 02/09/2011 (VIE)
Visita de La Rochelle

Lo primero que visitamos en La Rochelle fue el acuario. Nos pareció muy curiosa la forma en que se entra al mismo, pues hay una simulación de estar en una cámara especial que desciende a las profundidades marinas y, cuando sales de ella, te encuentras rodeado de agua, dentro de un cilindro, y el agua está poblada de medusas. Me habría gustado que hubiese más detalles como este durante la visita, pero después encontramos un acuario al uso, con peceras gigantes para coloridos peces, pequeñas vitrinas con crustáceos o estrellas de mar, y finalmente enormes zonas donde se encontraban los tiburones, tortugas… El acuario está muy cuidado y las indicaciones para no perderse durante la visita son muy reconocibles. Después de visitar las zonas de peceras, el acuario propiamente dicho, se pasa a una zona de invernadero donde hay plantas exuberantes, tortugas y pirañas. La tienda también es muy interesante y es un lugar ideal para comprar regalos. Nos llevamos de recuerdo un poster de un niño-pulpo y una niña-medusa.
Una postal típica de la ciudad es el puerto viejo. La entrada a la ciudad está flanqueada por dos imponentes torres (la tour de Saint Nicolas y la tour de la Chaîne); no lejos está también la tour de la Lanterne. En un parking cercano nos deleitamos con los improvisados graffitis, en algunos casos verdaderas obras de arte. No sabe uno dónde se puede encontrar con este tipo de detalles interesantes…
No es La Rochelle una ciudad majestuosa, pero tiene varias calles principales plagadas de comercios (no demasiado baratos, la verdad) y un centro construido en piedra y del que destacan multitud de arcadas bajo las que se puede pasear.
A nosotros nos gustó bastante la calle Saint Nicolas, que tomábamos de camino al hotel, pues también tiene muchos comercios y galerías de arte, nada baratos, pero de cosas muy originales que no se encuentran en cualquier lugar.
La Rochelle 03/09/2011 (SÁB)
Visita de le Marais Poitevin y Rochefort

El segundo día del que disponíamos en La Rochelle lo empleamos en ir a las marismas. No creímos que fuésemos a emplear toda una mañana allí, pero un recorrido de una hora y media en barca se nos convirtió en prácticamente uno de dos horas. Y mis bíceps suplicando tomar tierra y dejar de remar...
En el hotel habíamos conseguido varios folletos de la conocida como Marais Poitevin, que es realmente un área pantanosa que comprende varias localidades. Por proximidad, nos decidimos por Saint Hilaire la Palud. En la zona se puede disfrutar de diferentes actividades de naturaleza pero, tal como teníamos pensado, nos decidimos por el paseo en barca. El día no pintaba ni cálido ni luminoso, y durante toda la travesía temimos vernos sorprendidos por la lluvia. Por suerte, no fue así, pero al no ser un día demasiado bonito tan sólo nos cruzamos con otra barca, que estaba repleta de turistas, todos rojos como cangrejos, y su guía. Nosotros, en cambio, partimos solos, con un mapa rudimentario pero que resultó muy útil finalmente. Los paisajes son impresionantes, la calma indescriptible.
Después nos dirigimos al restaurante que hay en la plaza del pueblo (se trata de un pueblo minúsculo). Ya no recuerdo el nombre, pero me atrevería a decir que este restaurante era el único en el pueblo. Era un lugar modesto, pero las camareras eran muy amables y el guiso de anguila con vino que tomé estaba realmente delicioso. No podemos decir lo mismo del plato que eligió mi aventurero acompañante pues, ya que de todo lo que me indicaron que componía el plato sólo acerté a traducir “carne”, lo cierto es que se trataba de algún tipo de embutido guisado, muy graso, que no era para nada lo que esperábamos. Quizá si hubiese comprendido la explicación no nos habría pillado tan de sorpresa o, directamente, habrían sido dos platos de anguila.
Por la tarde el tiempo empeoró bastante y nos dirigimos a Rochefort, cerca de La Rochelle, puesto que en las marismas poco podríamos ver con mal tiempo.
La localidad fue famosa como arsenal (el mismo que defendería Fort Boyard) y también como núcleo industrial y marítimo. De hecho, actualmente la reconstrucción de la fragata Hermione es uno de sus atractivos. Pero nosotros no la visitaríamos, dado que mi interés por los barcos no es grande.
Sin embargo, fuimos a ver el Musée des Commerces d’Autrefois. Ya había visitado en Yokohama el Museo del Ramen, con muebles de época, comercios antiguos… Pues este museo es una recreación, con muebles auténticos, de los comercios antiguos: peluquería, tintorería, ultramarinos… Incluso se recrea un quirófano que da auténtico miedo sólo de verlo. Este museo abre a diario, excepto el 25 de diciembre y durante el mes de febrero.
La Rochelle 04/09/2011 (DOM) -- Libourne (180 km)
Visita de Île de Ré y Saint Émilion

El domingo no amaneció dudoso, sino que el aguacero amenazaba dejarnos empapados durante el cortísimo recorrido entre la habitación y el parking del hotel… No obstante, ya que la recepcionista nos dijo que las lluvias a primera hora de la mañana solían remitir pronto en esa época del año, nos decidimos a visitar Île de Ré, tan solo separada de La Rochelle por un puente.
Desafortunadamente, no fue lo que más nos gustó del viaje. Para empezar, el coste del peaje nos pareció exagerado (unos 17 €). Y, después, salvo que quieras hacer surf o visitar las playas (y en La Rochelle también hay playas), los pueblos no son mucho más bonitos que los del interior. Visitamos Sainte Marie de Ré y Saint Martin de Ré. El primero de ellos es un pueblo muy pequeño; tan sólo vimos la iglesia y su campanario y nos compramos algo en una panadería. El segundo es un pueblo más bonito; se pueden ver las fortificaciones, los burritos para los paseos, el puerto y las barcas… Además, tiene un perfil interesante, con las casas construidas en balconadas cada vez más altas según nos alejamos del puerto, y con una iglesia en parte en ruinas. Aquí aprovechamos también para comprar muchos regalitos: caramelos con sal, crema de licor y la bebida típica Pineau des Charentes.
Después de comer una enorme hamburguesa en Saint Martin de Ré, en un local tremendamente barato (y más comparado con los menús de fin de semana que podíamos ver en el puerto), a la vez que de dudosa higiene (¿por qué cuanto peor aspecto tiene el local mejor está la hamburguesa?), salimos hacia Libourne.
El camino hasta Burdeos, por la autovía, es rápido y tranquilo. Pero en el momento que nos desviamos, si bien ganamos en lo que a paisaje se refiere, las carreteras se volvieron más sinuosas y, por primera vez, nos dimos cuenta de que en nuestro mapa muchas de las poblaciones no aparecían.
Nos costó encontrar el hotel Kyriad que habíamos elegido (Hotel Kyriad Libourne – Saint Émilion) pues, aunque llevábamos un mapa que habíamos cogido en el hotel de La Rochelle y aunque Libourne es realmente pequeño, me temo que las guías de Kyriad no son nada intuitivas…
Después de guardar la maleta, aprovechando lo que quedaba de día, nos acercamos a Saint Émilion. No estaba en nuestro itinerario inicial, pero lo recomiendo encarecidamente.
Saint Émilion destaca, en primer lugar, como productor de vino de denominación de origen Burdeos.
Pero, en segundo lugar, y por algo es Patrimonio de la Humanidad, destaca por su aspecto medieval, por sus cuestas empedradas, por los monasterios e iglesias tan bien conservados. El campanario de su iglesia, de sesenta y ocho metros de altura, nos dará unas vistas espectaculares de la ciudad medieval y de los viñedos que la rodean.
Un ejemplo de cómo se unen estos dos aspectos (vino y estética) es el uso que se da a una antigua abadía derruida como local para degustar vinos de la región.
En Saint Émilion también se puede ver la maciza torre du Château du Roy.
Por falta de tiempo no pudimos ver el Saint Émilion subterráneo y las catacumbas pero, por las fotos que hay en internet, habría sido también una gran experiencia.

Libourne 05/09/2011 (LUN) -- Bilbao (440 km)

Trayecto a través de los viñedos bordeleses y visita de los castillos de la zona. Merece un comentario aparte.
Bilbao 06/09/2011 (MAR) -- Madrid (400 km)

Y regresamos a Madrid, no sin cierta pena por terminar el viaje, pero sí con un considerable cansancio.
De todos modos, aconsejo encarecidamente esta ruta por Francia. No es la más típica, pero tiene mucho que ver y mucho que disfrutar. Si además vives en el norte de España, tienes un punto a tu favor a la hora de realizar este recorrido.

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