miércoles, 20 de diciembre de 2017

Retrospectiva sobre el fotógrafo Nicholas Nixon

Se expone en la Fundación Mapfre una colección de fotografías del americano Nicholas Nixon. Todavía se puede uno acercar, está abierta hasta el 7 de enero.

Yo fui hace un par de meses y quedé impresionada. Las fotografías son de una calidad increíble. Ahora comprende una que se le hayan dedicado tantos artículos a este fotógrafo, sobre todo ahora que, con cierta edad, su carrera está más que asentada y su trayectoria y diferentes etapas se pueden estudiar a fondo.


En la exposición podemos ver sus inicios fotografiando distintas ciudades estadounidenses donde vivió. En unas, el encuadre es limpio, el paisaje está vacío de personas y de vida, parece casi abandonado (permítaseme presumir un poco y decir que hace tiempo me acerqué a la feria, de buena mañana, cuando los feriantes están trabajando y las atracciones a medio montar: los resultados pueden ser magníficos). En otras, el encuadre no es tan clásico y los edificios son cortados por el marco, resultando bellos y al mismo tiempo transmitiendo una fuerza tremenda y también la masificación de la gran ciudad. No en vano, el objetivo de las primeras a menudo es Albuquerque y de las segundas Boston o Nueva York.


Más adelante nos encontramos con las series sobre personas, muy emotivas y que le pueden llegar a tocar a uno el alma.


Las familiares, con su hijo y su hija o, curiosamente, con tan solo la cortina de su salón al viento, de nuevo con un encuadre poco habitual. Hay también fotos con su mujer, autorretratos en los que sólo se atisba la nariz o el pelo del pecho del autor. Y, por último, una serie muy interesante que realiza tomando, año tras año, una foto a su mujer y a sus tres hermanas. Muchos de nosotros ya teníamos estas fotografías en la mente incluso antes de conocer el nombre de Nixon.


Y es que el paso del tiempo también es un tema recurrente en su trabajo.


Así, dejo para el final lo que más me impresionó de su obra. Porque Nicholas Nixon es un fotógrafo pero también una persona muy humana. Pasó mucho tiempo acompañando a enfermos de VIH en los 80, cuando el diagnóstico de la enfermedad era prácticamente una sentencia con un pronóstico terrible al que se sumaban también el rechazo y la marginalidad. Así, tomó fotografías muy íntimas de pacientes de los que muestra una evolución terrible en apenas unos años. También pasó bastante tiempo en residencias de ancianos, dando su cariño y compañía y, también, fotografiando los estragos que sufre el cuerpo humano con la edad.
Me quedo con el desnudo de una anciana con su cara arrugada, los ojos cerrados y la cabeza hacia arriba; el pecho caído y el vientre abultado. Porque uno podría quedarse con esta imagen plana de la vejez, pero Nixon fotografía algo más: la pose, valiente y casi altiva, de una mujer que se desnuda y se muestra en toda su sabiduría, con la certeza del cambio que los jóvenes se obstinan en negar.

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