viernes, 4 de junio de 2010

"Edipo Rey" y "Edipo en Colono"

Después de un par de intentos fallidos (y no por falta de ganas, sino por falta de tiempo), hoy he acabado de leer las "Tragedias completas" de Sófocles.
Puede parecer mucho trabajo, pero realmente son sólo siete obras completas las que se conservan: "Áyax", "Las Traquinias", "Antígona", "Edipo Rey", "Electra", "Filoctetes" y "Edipo en Colono".
He de decir que las que no me han gustado demasiado han sido "Electra" y "Filoctetes". La primera por lo histriónico de Electra que, a la sombra de Antígona, es una heroína de palabra pero que no llega nunca a actuar. Y la segunda por el artificio de Hércules como deus ex machina; aparte de que me parece una obra mucho más lenta y de acción en cierto modo más previsible (y eso que era la única historia de todas las tragedias que no conocía previamente), este tipo de finales para el teatro no me gustan. Aunque en opinión de los críticos de la edición que he leído sea el final más adecuado y mucho mejor utilizado que en la obra de otros autores griegos."Las Traquinias" me resultó muy agradable de leer y la historia de la mujer de Heracles, Deyanira, y el papel que tuvo en la muerte de aquél, muy interesante. Me gusta leer en las obras todas las historias de la mitología que conozco por citas, pies de página diccionarios... Ver de pronto una obra entera dedicada a un momento concreto de la vida de un héroe griego me parece fascinante.

Del mismo modo que me fascinó el "Áyax". Es el modelo de héroe que admiro (como cuando hablé de Caramon, un héroe de un contexto muy distinto): pasional, fuerte, terco. Y en esta obra se le presenta cuando acaba de ser consciente que la venganza que quería perpetrar contra sus compañeros griegos la ha llevado a cabo sobre los rebaños del ejército, que yacen degollados alrededor de su tienda. Y, dentro de su tienda, un carnero atado, al que él creía Ulises. El héroe que quiere vengarse de aquellos que le roban lo que merece (la armadura de Aquiles, que debía ser entregada al más valiente entre los griegos cuando este muriera) se ve cubierto de la vergüenza cuando descubre que, ciego por mandato de los dioses, ha descargado su ira sobre los rebaños que habían de alimentar al ejército. Pero, antes de ser víctima de escarnio público, decide lavar su honor suicidándose y se clava la espada que le dio su enemigo, Héctor.
(hablando a su mujer y a su hijo, con el niño sobre su regazo) "Aúpalo, aúpalo aquí, pues no temblará, no, aunque acaso dirija la mirada a esta carnicería recién perpetrada, si es que por parte de padre, es hijo mío legítimo. Al contrario, hace falta adiestrarlo enseguida en los crudos comportamientos de su padre y que se le iguale en su natural. ¡Hijo, ojalá seas más afortunado que tu padre, y, en lo demás, igual, que entonces no serías nada vil! La verdad es que ahora tengo que envidiarte esto, el que no te enteras en absoluto de los males presentes, pues la vida más agradable radica en la falta de conocimiento, lo que te durará hasta que empieces a darte cuenta de la alegría y de la tristeza. Cuando llegues a eso, es preciso que pongas al descubierto entre los enemigos de tu padre qué valiente eres y por qué valiente padre fuiste criado. Pero hasta entonces nútrete de suaves aspiraciones, ilusionando tu tierna alma, lo que constituirá motivo de alegría para tu madre."

Aún así, si dejo para el final las tres obras relacionadas con la familia de Edipo, es porque son las que más me han gustado, tanto por el tema como por la profundización en los personajes y en la historia.
Ya hablé cuando leí "Antígona" de quién era Edipo y, realmente, de eso trata "Edipo Rey".
Cuando Edipo libera de la terrible efigie a la ciudad de Tebas, recibe como recompensa la mano de la reina viuda, convirtiéndose de este modo en rey. Lo que él no sabe es que la reina viuda es realmente su madre, de la que fue separado de niño porque sus padres decidieron abandonarlo a su suerte al saber que sería su hijo quien le matase a él y quien después tuviera hijos con ella. Pero ni Yocasta ni Edipo saben con quién se están casando realmente.
En "Edipo Rey", comienza la obra cuando Creonte le expone a Edipo la forma en que el antiguo rey fue asesinado. Y Edipo, en su buena fe y como obligación de rey, decreta que aquel que matara a Layo sería castigado con el destierro de Tebas. Según avanza la obra, se van descubriendo más detalles de la forma, el lugar y la manera en que fue asesinado el rey. Y, poco a poco, Edipo va siendo cada vez más consciente de las semejanzas que tiene el caso con algo que a él mismo le ocurrió tiempo atrás, cuando mató a un hombre... hasta que empieza a sospechar que fue él mismo quien mató al rey (y, además, su padre, aunque él eso no lo podía saber de ningún modo).El adivino Tiresias, que también aparece en Antígona, es el que trae buena parte de las malas nuevas a Edipo:
"¿Es que todavía no lo has captado ni lo has sacado por deducción? ¿O es que me estás tentando a que continúe dando más explicaciones? (...) Afirmo que eres tú el asesino que andas buscando encontrar."
Pero, igualmente, lleva hasta el oído de Edipo otras insinuaciones no menos graves:
"Afirmo que se te oculta que tienes trato, el más infame, con los seres más queridos, y que no te das cuenta en qué tremenda infamia estás metido."
Lógicamente, Edipo se enfada con el adivino y le trata de insolente. Sin duda, Edipo es un pobre inocente que sufre el destino que le ha tocado y del que, de momento, nada comprende. Pero su familia está condenada por los dioses (la culpa se hereda), como lo estuvieron/están sus padres y lo estarán sus hijos.
Antes de marcharse, Tiresias sermonea a Edipo con lo que no es tanto una premonición como quitarle la venda que tiene ante los ojos (y la que, en cierto modo, él mismo se volverá a poner):
"Esto es lo que tengo que decirte: el individuo ese al que hace tiempo buscas amenazando y proclamando públicamente como el asesino de Layo, ése está aquí. A juzgar por las explicaciones es extranjero afincado aquí, pero luego se evidenciará que es un tebano indígena, y no se alegrará por esa suerte, pues marchará ciego tras haber visto, y mendigo en vez de rico, a tierra extraña tanteando el suelo con un bastón a medida que va caminando. Y se evidenciará que él es a la vez, pese a tratarse de una sola persona, hemano y padre de sus propios hijos, y de la mujer de la que nació hijo y esposo, y de su padre compañero de fecundación a la vez que su asesino."
Edipo le habla a su esposa, Yocasta, de las predicciones del adivino, que precisamente le ha sido presentado por Creonte. Pero ella, para quitar hierro al asunto, le habla de la inutilidad de los adivinos y le cuenta lo que a ella y a Layo les ocurrió años atrás, cuando un adivino predijo el futuro infame que les esperaba a ellos y a su hijo. Para evitarlo, ellos abandonaron a su hijo en un monte y, pasados los años, fueron unos bandidos los que acabaron con la vida de Layo en una bifurcación de caminos.
Curiosamente, esa historia que debería haber disipado las dudas de Edipo le hace pensar en la veracidad de las afirmaciones de Tiresias. De pequeño, él fue abandonado en un monte y, años después, en una bifurcación de caminos, tuvo un encontronazo con unos extranjeros que cada vez se le parecían más a Layo y su séquito. Al preguntar más detalles a Yocasta sobre la muerte de Layo, ya está totalmente convencido de que fue él el asesino.Edipo pide a Yocasta ver al criado que llevó a su hijo al monte para saber qué hizo realmente del niño y ella, aunque un tanto suspicaz, cede a sus peticiones y lo manda llamar, pues no se encuentra en la ciudad. Edipo le narra la historia de cómo huyó de su tierra, Corinto, al enterarse por el oráculo de que acabaría con la vida de su padre y que tendría descendencia con su madre. Así pues huyó de Corinto y sus pasos le llevaron a Tebas.
Si Edipo sospecha (se entera de la muerte de su padre en Corinto, pero luego le cuentan que era su padre adoptivo y se ve presa del destino de nuevo), Yocasta ya está absolutamente segura de lo ocurrido:
"¡Por los dioses! Si es que te importa algo, por poco que sea, tu propia vida no indagues eso. Bastante hay con que sufra yo."
Pero eso no es suficiente y, tras conocer al criado de la casa, Edipo ya está totalmente seguro de que es hijo de su esposa...
"Y tras cerrar de un portazo las puertas, una vez que entró adentro, invoca a Layo muerto hace tiempo ya, dedicando un recuerdo a su lejana sembradura por obra de la que él mismo había muerto y por obra de la que a ella la había dejado que trajera al mundo otra cosecha descastada labrada con su hijo, para unirla a los propios hijos suyos. Y lamentaba su tálamo en el que ¡desgraciada ella! había dado aluz a dos generaciones, de un marido otro marido, e hijos de otros hijos. cuando tras esto, muere ya nada veo, pues envuelto en griterío irrumpió Edipo (...). Justamente allí vimos, de frente, pendiendo, a la mujer colgada por el cuello de una cuerda lazada que se columpiaba. Y él, cuando la ve, lanzó unbramido espantoso ¡el pobre! y suelta la cuerda columpiante suspendida Y cuando ¡el pobre! yacía en el suelo, entonces el espectáculo siguiente era espantoso de ver. En efecto, tras arrancar de su vestimenta los broches labrados en oro con que se adornaba, los puso en alto y así golpeó el recinto de sus órbitas oculares, veladamente dando a entender intenciones de este tipo, que era un hecho decidido que sus ojos no habían de verle ni las calamidades que estaba sufriendo ni las que había causado (...)."

En "Edipo en colono", vemos a Edipo vagando por la Hélade como un exiliado pobre y anciano. Le guía en su exilio su hija Antígona, que le ayuda a encontrar el camino hacia el lugar donde quiere morir (aunque no ve, sabe adónde dirigirse) y también a encontrar el sustento. Y, en un par de ocasiones, su hija Ismena acude a su encuentro, para llevarle noticias. Las últimas, que sus hijos, Eteocles y Polinices, están a punto de enfrentarse para sentarse en el trono de Tebas.
Me ha parecido ésta una obra especialmente tierna en cuanto a la forma en que el anciano busca la paz; quiere refugiarse en un lugar donde le puedan proteger y al mismo tiempo huir de aquellos que le trajeron problemas: su familia. Sus hijas son las únicas, como se dice varias veces a lo largo de la obra, que merecen una vida agradable por mostrarse piadosas y cariñosas con él. No así sus hijos: Eteocles por usurpar el trono de su hermano y Polinicies por echarle a él de Tebas cuando por fin había empezado a ser capaz de convivir con su desgracia.
Sin embargo, Edipo no deja de ser una persona vehemente y apasionada. Busca en Teseo a un protector que le asegure una tumba tranquila en su reino, pero se muestra distante con otras personas con las que se encuentra (Creonte y Polinices), con una soberbia y un arrojo dignos de ver en un anciano. Bien es cierto que su cuñado y su hijo van por él por el provecho que de él pueden sacar; el primero quiere raptar a sus hijas (quizá así le obligue a volver a Tebas, para poder enterrarle cerca de la ciudad para que no les cause nuevos males pero al mismo tiempo fuera del territorio del que fue expulsado) y el segundo quiere que su padre le apoye en su expedición contra Tebas y Eteocles porque, según el oráculo, vencería aquél de los hermanos que recibiese el apoyo de su padre. No obstante, Edipo sólo tiene para su hijo duras palabras:
"Precisamente fuiste tú, ¡el colmo de la ruindad! quien cuando ocupabas el cetro y el trono que ahora ocupa tu hermano en Tebas expulsaste a tu propio padre que aquí está y lo hiciste apátrida y lo obligaste a usar estos harapos que lloras al verlos sólo ahora cuando se da la casualidad de que estás metido a la fueza en la misma dificultad que yo (...). Por eso tienes que saber que el destino te tiene echado el ojo, ¡y todavía nada en comparaión de cómo te lo echará dentro de poco!, si es que se están moviendo los referidos batallones hacia la ciudad de Tebas. Pues en modo alguno derribarás aquella ciudadela, sino que caerás tú antes manchado en sangre y de igual manera tu hermano (...). En fin, tú, vete en mala hora, despreciado y desposeído de un padre que soy yo, tú el peor, de los peores, tras haber recogido las Maldiciones siguientes que invoco contra ti así: ¡que ni logres con la lanza el dominio de la tierra de nuestra raza ni consigas regresar jamás al valle de Argos sino que mueras a mano de tu hermano y con la tuya mates a quien te expulsó! Esas son mis duras Maldiciones, e invoco lo primero a la detestable obscuridad del Tártaro para que te destierre allí, e invoco además a las diosas de este lugar, e invoco también a Ares, que es quien ha inculcado en vosotros dos este terrible odio."

Pero aquél que es duro, hiriente, también es una persona que dio amor a quienes se lo merecieron.
Y, pese a todos los males que, en su ignorancia, le persiguieron durante toda su vida y le obligaron a llevar una vejez de vagabundo, engendró dos hijas que bien merecieron llamarse así por el amor que le profesaron. Antígona, en este sentido, es la viva estampa de su padre: amantísima hija y al mismo tiempo luchadora exacerbada.
"Ahora vemos que había cierta añoranza incluso de las calamidades pasadas, pues hasta lo que en sí en modo alguno era grato grato resltaba al menos cuando lo tneíamos a él entre nuestros brazos. Padre, ser querido, tú, pese a estar recubierto de la sombra eterna en el mundo de ultratumba, sábete que ni aún así hay cuidado de que te quedes nunca sin mi amor y el de ésta." (esto último por Ismena).

Sobre Edipo en Wikipedia.
Para leer "Edipo Rey".

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