domingo, 26 de agosto de 2007

Septiembre en Kamakura


En el penúltimo examen oral de japonés de la carrera, no creía que realmente llegase a ver el Gran Buda algún día.
Fue curioso empezar a hablar de historia y arte japoneses en el examen oral, pero quizá respondí a una de las preguntas con más sinceridad de la que debía. Por ello, me vi obligada a continuar una conversación que difícilmente podría mantener durante mucho tiempo: el período histórico de Kamakura. Afortunadamente, el profesor también se dio cuenta de que el tema no era muy apropiado para mi nivel y empezamos a hablar de que me gustaría visitar Kamakura si alguna vez iba a Japón. ¿Para qué? Para ver al “hatake”. Es decir, “los campos de arroz”, cuando lo que yo quería decir era “hotoke” o “Buda”. Por supuesto que me habría encantado ver más campos de arroz de los que vi desde el tren al dejar Nara, pero lo que más deseaba era encontrarme con el Daibutsu o Gran Buda (como realmente debería haberle llamado…).
Además de otras muchas cosas, lo que quería ver si algún día viajaba a Japón eran el Gran Buda y el Pabellón de Oro.

Me levanté temprano una mañana, emocionada por la excursión.
Llegué temprano a la estación, sobre las ocho, y allí cogí el autobús hasta el Daibutsu. Al entrar, se puede ver una edificación donde se encuentran los dos guardianes de Buda. Uno siempre con la boda abierta y la otra cerrada. Eso se ha interpretado en algunas ocasiones como el primer y último sonido del silabario japonés: A y N, algo así como “alfa” y “omega”. Estos guardianes de Buda tienen un aspecto feroz. Pero su intención no es asustar al fiel para que les tema a ellos o a Buda, ya que no es la enseñanza budista una enseñanza que utilice el método del castigo como hacen otras religiones (aunque, en mi opinión, el Budismo no es una religión en el sentido en que occidente se suele definir); es decir, no enseña amenazando. Los dos guardianes se encargan de evitar que los demonios entren en el lugar dedicado a Buda.





La verdad es que en pleno verano el aspecto que presenta el paisaje en Japón no tiene nada que ver con el que se conoce en España (al menos, de la mitad de la meseta hacia el sur). Aunque a muchos nos pareciese extraño y a muchos se lo siga pareciendo, no es común el clima de España, en el que las altas temperaturas van acompañadas de una sequedad insufrible (de ahí la sequía que sufrimos casi todos los veranos). En Japón el clima es muy distinto. Es más que común que llueva en verano (y no que haya tormenta de vez en cuando, como ocurre aquí). Por eso, mientras el verano en España es amarillo, el verano en Japón es verde. Y llama la atención ver pequeños arroyuelos, fuentes, etc.
Por ello, al llegar a la edificación que enmarcaba la entrada al recinto de Buda, detrás de ella no se veían más que árboles, hojas, verde… Todo verde por cualquier lado que se mirase. Además, la zona, creo recordar, estaba en una pequeña hondonada, de modo que las colinas guarecían un poco el lugar.
Por ello es tan sumamente impresionante caminar tras la puerta al recinto, pasando entre los dos guardianes, y encontrarse de repente con que, tras un árbol, aparece la enorme silueta de Buda. Primero, su cabeza aparece encima de los árboles. Pero, un paso más allá, se puede contemplar al Gran Buda en toda su inmensidad, sentado con las piernas cruzadas sobre una escalinata.
Por muchos árboles y muchas hojas que hubiese, me llamó muchísimo la atención que sólo unos metros más atrás no pudiese ver a ese Buda de más de diez metros de altura.
El Gran Buda se construyó en el año 1252 y a su alrededor se construyó un templo que lo guardase. Pero dicho templo fue destruido por un terremoto en el siglo XV y no se volvió a construir. Sin embargo, la base sobre la que se sitúa la estatua fue cambiada hace tiempo por una que absorbiese las vibraciones para evitar que también desapareciera el Buda.
El Gran Buda de Kamakura no es tan grande como el Gran Buda del templo Tôdai de Nara, pero, para mí, fue mucho más impresionante.
El Buda del Tôdaiji está encerrado en el templo; da una cierta impresión de asfixia y no se puede ver con claridad el aspecto de su cabeza ni calcular sus dimensiones debido a que hay que ir rodeándolo hasta poder ver el cuerpo al completo.
No ocurre lo mismo con el de Kamakura. Al estar al aire libre, a pleno sol, se le ve en una actitud más relajada y no se siente una en un lugar oscuro y cerrado como el de muchos templos (de muchas religiones, añadiré). Se le ve rebosar tranquilidad en su actitud meditativa y, rodeado como está por naturaleza y no por cuatro paredes, se acerca a la idea que tengo yo de Buda más que ninguna otra de las representaciones que he visto de él.
Lo que no sabía era que se podía entrar físicamente en la estatua. En el costado izquierdo hay una pequeña puerta y sólo por unos yenes, un precio absolutamente simbólico, se puede entrar y ver el interior.
En la guía había leído que estar en el interior de Buda no representaba en ningún caso la sensación de paz interior y de sabiduría que uno podría pensar. A menudo está lleno de turistas vociferando y los gritos resuenan en las paredes de bronce.
Cuando yo entré, no había nadie. Apenas se veía nada, porque el Buda sólo tenía unas pequeñas aberturas por las que entraba la luz muy débilmente. En el centro había una diminuta escalera para acercarse a la cabeza. Era totalmente imposible hacerse una idea desde dentro de las formas que se veían fuera. Pero tuve mucha suerte y los turistas que entraron detrás de mí no fueron de los que gritan sin ton ni son. Entró un grupo de hindúes que se puso a cantar o rezar, aunque supongo que quizá eran las dos cosas. Estar dentro de una estatua de Buda no es sinónimo de alcanzar el Nirvana (si fuese tan fácil…), pero yo viví una experiencia que nunca había vivido. Porque los cánticos de este grupo también resonaban, se hacían más graves y más fuertes cuando chocaban con las paredes del cuerpo de Buda. Era la sensación del sonido envolvente y alto que te hace sentir que el cuerpo vibra de dentro hacia fuera y que te pone los pelos de gallina.
Al salir, de nuevo el sol claro y ahora los turistas llegando en grupos para fotografiar al Buda. Pero yo ya me iba.
Cerca del Gran Buda está el Templo Hase (Hasedera). La verdad es que es un templo con unos jardines preciosos: estanques con peces de colores, flores de todos los tipos y hasta un pequeño bosque de bambú. Por otra parte, al tener los jardines situados a varias alturas, permite obtener varias panorámicas de Kamakura realmente bonitas. Pude sacar una foto a la parte de colinas y montañas y otra a la de la costa. Pero este templo no era uno de los objetivos que me marqué cuando llegué a Kamakura, aunque, desde luego, es más que recomendable.





Otra de mis grandes ilusiones era la de vivir alguna fiesta o “matsuri”. Y estaba de suerte porque en septiembre se celebraba en Kamakura el festival del “yabusame” (流鏑馬). Se trata de una demostración de tiro con arco realizada desde caballos que se celebra en el Santuario shintoísta Tsurugaoka Hachiman, dedicado al dios de la guerra Hachiman.
Es un poco sufrido y muy recomendable ir con compañía. Hay una gran concentración de gente que quiere ver la demostración y ésta se celebra a lo largo de un camino, por lo que el lugar en que uno esté es indispensable para ver bien o… para ver algo…
A uno de los lados del camino (y todo esto, rodeados de altísimos árboles), se encuentra colocado el blanco al que disparan las flechas. El otro lado del camino está completamente reservado. No sé si es para gente que vive en Kamakura, gente importante o gente que se ha inscrito en algún tipo de lista para reservar sitio. Por supuesto, es el sitio donde se colocan los fotógrafos profesionales y periodistas. Por ello, tuve que colocarme al otro lado. Al principio, me coloqué un poco alejada de las vallas que separaban al público del camino y me apoyé en un árbol. Pero allí cada vez había más y más gente; seguían colocándose donde parecía que ya no había sitio, pero se ve que había… Así que me tuve que quedar de pie durante un par de horas para no perder un sitio en el que viera algo. La mayoría de los japoneses esperaban tranquilamente sentados, pero muchos extranjeros se empeñaban en estar de pie y, si no hacía lo mismo, ni siquiera me enteraba de si la cosa iba a empezar o no. Justo antes de que empezase la demostración, unos hombres uniformados (no sé si decir policías, porque no sé si lo eran) pasaban por delante del público informando sobre las normas. Básicamente, no utilizar el flash al echar las fotos.
Después, aparece toda una comitiva de hombres, niños y algunas mujeres vestidos con ropas muy originales para alguien como yo, que había leído lo del “yabusame” pero nunca había visto una fotografía sobre el tema. Algunos de los hombres llevaban arcos y otros llevaban los caballos de una cuerda, también cubiertos con telas de colores y adornos.
Fue verdaderamente impresionante ver a esos hombres galopar sin ayuda de riendas, ya que utilizaban los brazos para tensar el arco y lanzar la flecha. No hubo ni uno que no fallara. Incluso hubo un niño que disparó y acertó en el blanco.
Me llevé de allí un buen dolor de pies, de cuello y de espalda, por las horas que aguanté de pie esperando y por la forma en que tuve que retorcer la cabeza para ver algo más que el galope. Pero mereció mucho la pena.
Aquí hay un artículo sobre el “yabusame” que me ha gustado bastante.




El Gran Buda de Kamakura representa a Amithaba o Amida.
Aquí expongo mis apuntes sobre el Amidismo o culto al Buda Amida, sólo una pequeña parte de lo que es el Budismo, lleno de escuelas, sectas, etc.


El Amidismo tiene una posición especial en el budismo. Nació en el noroeste de India. Que haya en su doctrina un culto a la luz y que su temática tenga como centro de su escatología el paraíso occidental ha hecho que muchos especialistas consideren el Amidismo como una mezcla de budismo y elementos persas.
La doctrina en sí misma se funda no en el culto de los discursos del buda histórico, sino en el culto de un buda legendario, el buda conocido como Amitabha ("la luz infinita" en sánscrito) o Amitayus ("vida infinita"). Éste es un buda metafísico o mitológico mucho anterior al buda histórico fundador del budismo.
El centro de sus ideas está enlace en un voto original (本願、ほんがん) pronunciado por Amida hace millones de años. Este voto es de recibir en su paraíso occidental a toda la gente que repita su nombre con fervor. Otro voto es el de rechazar tomar el status completo de buda antes de que toda la gente encuentre la iluminación.
Este budismo es un fideísmo, una concepción que pone la idea del hace en el centro de su sistema. Este fideísmo rechaza la técnica tradicional de iluminarse ( meditación, austeridad...) y realza la confianza completamente pasiva en la gracia del buda Amida, la esperanza de su ayuda metafísica. Se habla de éste budismo como del tipo 他力 (la fuerza del otro), frente al 自力 (esfuerzo personal).
El Amidismo justifica esta simplificación radical de la doctrina budista por la teoría de las tres edades de la ley. Para el budismo, el desarrollo del tiempo se puede dividir en tres grandes partes según el grado de comprensión de la doctrina budista:
- La primera edad es la de la "ley correcta" (正法、しょうほう). En este período, los fieles podían conocer y aplicar correctamente el mensaje budista por la cercanía al buda histórico.
- La segunda edad es la de "imitación de la ley" (象法、ぞうほう). Las formas religiosas del budismo en este período se practican correctamente, pero los conceptos, la verdad del buda, empiezan a borrarse.
- La tercera edad es la de "fin de la ley" (末法、まっぽう). La gente ya no sigue ningún principio moral y hay un caos total en la sociedad. Por eso, la gente tiene un sistema simplificado, sin complicaciones metafísicas ni textos complicados: tienen que tener un mensaje mínimo.
De este modo, el significado de la secta de la Tierra Pura correspondería a la situación de urgencia histórica del nivel cultural y moral de la tercera edad del budismo. Según esta concepción, el budismo ha entrado en una fase terminal y necesita una estrategia de urgencia. Lo más famoso es la repetición de la frase casi mágica 「南無阿弥陀仏」.
Aunque se ha simplificado, el budismo recupera su complejidad teológica y ética tras la muerte. Si todos los seres (o al menos los sinceros) tienen derecho a renacer en el paraíso occidental, la mayoría de estos seres (sobre todo los espíritus vulgares) han de entrar en el grado más bajo de este paraíso (porque éste tiene nueve grados). Es como una "sala de espera" del paraíso, donde tendrán que esperar millones de años. Así, el problema de la iluminación se sitúa tras la muerte, en un ritmo de perfección moral que exige un tiempo largo.
El Amidismo no rechaza totalmente el valor de las escrituras canónicas. Aunque sea una doctrina radical, no lo es tanto como el Zen.
El Amidismo se centra en tres sutras:
- "El sutra de la vida infinita" o “gran sutra".
- "El sutra de la contemplación de la vida infinita".
- "El sutra de amida", llamado frecuentemente “pequeño sutra”.
El gran sutra cuenta como el boddhisatva Dharmakara se ilumina viviendo en un tiempo muy remoto, cuando había hecho 48 votos en los que definió las propiedades de su Tierra Pura, los beneficios prometidos a los fieles y los métodos usados para renacer en este paraíso.
Esta escuela fue transmitida tempranamente a China, con la primera introducción del budismo, cuando los chinos aún no podían leer sánscrito y los extranjeros hablaban sólo un poco de chino. La introducción completa del Amidismo en China se atribuye al monje chino Hui Yuan (344-416).

1 comentario:

Lothar_Daisuke dijo...

bueno... supongo que si algun día voy a españa, voy a tener que pasar a visitarte. Realmente me interesó lo que haces.

ahroa mismo tengo las neuronas algo tostadas porque esta estudiando quimica, pero te prometo que el proximo comment va a ser más contundente... ajjajajaa

Cuidate mucho

See ya

Lothar_Daisuke