domingo, 16 de diciembre de 2012

Comercio local

Últimamente, en todas las redes sociales, se nos anima a comprar en comercios locales y a artesanos todo aquello que podamos necesitar estas navidades.
Es cierto que, si bien este año nuestros presupuestos pueden verse mermados, no está de más invertir lo que tenemos en algo que revierta en nuestra comunidad o en aquellas personas que trabajan como autónomos. Las grandes superficies pueden ser una solución fácil y rápida: nos permiten comprar todo en el mismo sitio y a veces en un mismo día (como el dinero, tampoco es que nos sobre el tiempo...), pero también es bonita (aunque parezca cursi) la opción de buscar, comparar, pasear... y disfrutar de lo que se ha convertido en una época de consumo rápido y bestial. A menudo se compran los regalos navideños con las prisas, sin pensar en la utilidad de lo que compramos, en si a la persona a la que regalamos le va a gustar o le va a encantar, en si no habría algo mucho más adecuado u original. Porque, siendo sinceros, ¿no compramos todos exactamente lo mismo en el centro comercial?
He vivido siempre en pueblos pequeños, sin demasiado acceso a los comercios. Así que, cuando tenía el tiempo y llegaba la ocasión, me acercaba al centro comercial más cercano y empezaba la fiebre de las compras. Primero en navidad y después en las rebajas. En el pueblo apenas tenía a mi disposición una papelería – tienda de regalos y una mercería – tienda de regalos.
Después de mudarme a una ciudad pequeña (o un pueblo grande, a veces yo misma me confundo), descubrí lo que es de verdad una zona comercial de barrio. Pequeñas tiendas, galerías comerciales (el centro comercial a pequeña escala o el hipermercado fragmentado)... Al principio seguía yendo a los centros comerciales pero ahora, en la medida de lo posible, los evito.
También es difícil, en estas ciudades pequeñas (o pueblos grandes), no sucumbir a la tentación de comprar en el bazar chino. Pero la tentación dura poco. Al cabo de unos meses, descubres que los productos son siempre los mismos, la calidad es bastante mala y los precios no dejan de subir.
Tengo la suerte de vivir en el casco viejo de la ciudad, de modo que tengo las dos calles comerciales a tiro de piedra. Puedo comprar todo lo necesario para la casa, regalos y contratar servicios sin apenas moverme de casa. Y, ahora sí, con la convicción de estar ayudando a familias que regentan una tienda de toda la vida, generación tras generación, y también de ayudar a multitud de personas que, tras haber sido despedidas de sus trabajos como grises asalariados, se lanzan ahora “con la que está cayendo” (¡cómo odio esta frase!) a luchar por el sueño de su vida.
Es imposible dejar de comprar en las grandes superficies. Por ejemplo, ahora, con el carrito, es una odisea salir de casa, anclar el cuco en el coche, plegar el carro, quitarme el abrigo, guardar el bolso y la bolsa de paseo, buscar aparcamiento, ponerme el abrigo, desplegar el carro, colocar el bolso y la bolsa, sacar el cuco y entonces, ¡ahora sí!, empezar a comprar (si la niña te deja...). Por eso, no puedo permitirme ni ir a un hipermercado a cargar una compra enorme ni tampoco cargar diariamente con productos de primera necesidad, pesados, para ir poco a poco trayéndolos a casa. ¿La solución? La compra on-line.
Y la compra on-line también facilita encontrar cosas descatalogadas, que no reponen, que no se venden en España... Para los regalos es una maravilla y muchas veces se pueden encontrar productos artesanos en la red.
Pero intento encontrar el equilibrio.
A menudo compro en una tienda de regalos que abrieron dos hermanas. Decoración, bisutería, complementos... Traen cosas originales, bastante asequibles y de mejor calidad que las de importación made in RPC. De hecho, trabajan con bolsos sintéticos de acabado perfecto y diseño original. Y trabajan también con un par de marcas españolas (fabricación y diseño español) de bisutería, con piedras semipreciosas y plata.
Compro también en la tienda de una mujer que vende vestidos de fiesta (por supuesto, las compras se reducen a una boda al año o menos), zapatos de fiesta con strass y bolsos art déco. Vende muchas otras cosas (¡incluso lámparas traídas de Turquía!), pero sus vestidos son una maravilla. La mujer es un amor: te atiende con una sonrisa espléndida, te deja probarte mil y un vestidos y te recomienda aquellos que te quedarán mejor por tu silueta o por tu tono de piel.
Otra de mis tiendas favoritas es una zapatería que no es parte de una cadena (como la mayoría de la zona). Vende caro pero bueno, también dando a conocer multitud de marcas españolas. Hace mucho tiempo era fácil encontrar calzado nacional del que se sabe procedencia y materiales utilizados, pero cada vez se está convirtiendo en algo mucho más complicado.
Y, entrando en el sector “servicios”, he tomado la decisión de no volver a las cadenas. En las cadenas a menudo se explota a los trabajadores, se van rotando trabajadores con poca experiencia de modo que nunca llegan a aprender y tú no recibes el servicio que buscas. Sí, son mucho más baratas, ¿pero a qué precio? Hace poco descubrí un centro de estética regentado por una mujer de mediana edad (está estupenda, pero dedicándose a lo que se dedica, seguro que es mayor de lo que a mí me parece); ofrece multitud de servicios de limpieza facial, masajes, manicuras... y estoy segura de que es una de esas magníficas profesionales a las que su sector ha “expulsado” por no ser ya la niña guapa y joven que fue; sin embargo, como profesional tiene un 10 y como trato al cliente también. Casualmente, junto a esta tienda, hay una peluquería pequeñita, modesta, pero con un servicio estupendo. Los precios están dentro de la media y la niña que atiende (sospecho que sea aprendiza pero de esas que finalmente se quedan allí y se convierten en una profesional maravillosa – ya lo es, por otro lado) es un sol: simpática y muy precisa al encontrar el color de tinte adecuado.
Parecen nimiedades, pero nos hemos olvidado de lo que es el servicio. De que te conozcan y te digan que puedes cambiar un producto aunque te pases un par de días, de que te envuelvan los regalitos y te pongan un lazo, de que te saluden al entrar y al salir...
Por eso también he decidido dejar de comprar a las grandes superficies aquello que no les tengo que comprar por necesidad. Carne, pescado y fruta: los compro en mi barrio. La carnicería de toda la vida, en la que te dicen de dónde traen la carne; la pescadería de la galería comercial; la fruta de un matrimonio mayor que debe de estar a punto de jubilarse.
¿Lo malo? Con toda esta amabilidad y este buen servicio, ¿qué voy a hacer cuando estos señores se jubilen? ¿Y si les siguen subiendo los impuestos y tienen que cerrar? Hay que buscar la manera de apoyar al comercio local. El año pasado fue la galería de artesanía que colocaron en una de las galerías comerciales; este año, pasear y buscar en las tiendas de la zona.

martes, 11 de diciembre de 2012

Femina and fauna

Cuando viajamos a Londres el año pasado, como siempre, rastreamos las tiendas de comics de la ciudad y entramos en todas aquellas que nos encontramos. Cerca de Covent Garden paseamos por uno de los barrios que más nos gustó: pubs, cafeterías, tiendas de música... Y una tienda de comics en la que conocí la obra de Camilla d’Errico y me enamoré de ella.
En las estanterías de aquella tienda de comics se encontraba el libro de ilustraciones (*artbook*) “Femina and fauna”. Probablemente podría haberlo comprado en España, a un precio más económico que el que el cambio de la libra me proporcionaba, pero al mismo tiempo... ¿encontraría ese libro cuando volviese? ¿quién me aseguraba que no se le habría hinchado el precio en nuestro país, como a todo aquello susceptible de gustar al público?

Camilla d’Errico es una artista canadiense de origen italiano. Se dedica a la pintura (sobre madera y sobre lienzo), la ilustración y el comic principalmente. A menudo se la sitúa en la corriente del surrealismo pop, también conocido como lowbrow. A ella no le van demasiado las etiquetas, pero sí es cierto que tanto el tipo de dibujo como los soportes que utiliza (juguetes, esculturas...) se acercan a esta corriente. Igualmente, los temas, al menos los de “Femina and fauna”, tienen ese componente de picardía que caracteriza al lowbrow.
“I am not a fan of labels in general; I feel that labels put people in boxes. And as you can see from my artwork, it ranges far too much to be contained in one box. However, the term Pop Surrealism is not a bad thing. And I'm really quite fond of the movement. I love the energy and quirkiness of the art and I'm constantly inspired by the work being produced.”
En esa entrevista, se trata otro punto muy importante: la desnudez.
“(...) North America has issues with nudity. Censorship in art is so wrong, I just can't believe that our culture has such a problem with nudity and yet reveres violence. In Europe they have no problem with nudity, it's just a part of fashion and seen simply as the human body. To them, nudity does not equal sex, but North America can't make that distinction.”
En “Femina and fauna”, Camilla d’Errico pinta, como el título del libro indica, mujeres y animales. Pero fuera de lo que cabría pensar, es decir, en lugar de bucólicos paisajes con mujeres y animales pastando, corriendo o posando, se centra en la figura femenina más bien aniñada que utiliza animales como tocados. La originalidad de sus composiciones es absoluta y, si bien estos tocados de animales son el hilo conductor del libro de ilustraciones, también recopila algunos homenajes a personajes conocidos, normalmente tétricos pero disfrazados por ella de dulzura (el conejo de Donnie Darko, el gato de Chesire...). Al final del libro también descubrimos el proceso de creación de la artista; Camilla toma como ejemplo la obra “Canadian Tiger” y nos muestra cómo va pintando, desde el boceto inicial hasta los últimos detalles.
Lo cierto es que esta no es la única obra de Camilla d’Errico y quizá tampoco sea la más famosa. Sin embargo, personalmente, es, de sus proyectos, el que más me gusta.
Además de numerosos encargos para clientes, Camilla d’Errico ha trabajado en la novela gráfica “Tanpopo”. Esta es su verdadera pasión y en ella fusiona su ecléctico estilo, con toques de manga, y las historias de la literatura universal. En el primer volumen de “Tanpopo”, de hecho, se inspira en el “Fausto” de Goethe.
Ahora trabaja en una serie de dibujos femeninos más cerca de lo oscuro que de lo inocente. Y puede hacerlo aun trabajando con colores vivos, como siempre. No hay nada más que ver que una idea puede ser tratada de mil maneras y el trasfondo puede no perder nada de profundidad.
Y, como casi siempre pasa, esta artista ha sabido explotar el lado más comercial de su arte. En su tienda se pueden comprar sus obras (desde copias hasta originales firmados), pero también tazas, fundas de móviles, bolsos... El surtido es muy variado y realmente bonito. Perfecto para un regalo.